Y con el paso de los días, me doy cada vez más cuenta de que las cosas son capaces de cambiar por completo en un puto segundo de tu vida, en un rápido pestañear, en la mínima fracción de tiempo que tarda un pájaro en batir sus alas e iniciar el vuelo. En una maldita milésima de segundo, mi vida puede mejorar, o puede irse al traste por completo. Lo sé, ¿qué triste, verdad? Todos vamos a la deriva, siendo esclavos del destino. Somos humanos, pendemos de un fino hilo, un corto paso entre el bien y el mal, el pequeño milímetro que distingue el cielo del infierno.
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