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lunes, 30 de abril de 2012

Dame una razón I.

Me bastaba con una mirada. Solo quería que me mirase a los ojos y me dijera que la única que sentía todo aquello era yo. Si algún día sus labios llegasen a pronunciar un "no te quiero" que fuese para mí, sabría que todo debería acabarse para siempre. Fuera como fuese, tendría que olvidarme de ella. Pero al menos, de momento, ese día no había llegado.
Miré por la ventana; era otro de esos días lluviosos en los que te preguntas qué sentido tiene tu vida. Sí, lo recordé, que vivo por y para ella desde hacía ya meses atrás. Me puse la capucha de la sudadera que llevaba puesta, me tumbé en la cama, me puse los auriculares y empecé a escuchar música a todo volumen mientras veía pasar lentamente por mi mente momentos junto a ella. Me hacía tan feliz... Quizá a estas alturas, era la única que podía hacerme feliz con tan solo estar a mi lado, aunque podía matarme con solo irse. Me daba cuenta de lo increíble que podía resultar que tu felicidad y tu tristeza se basaran en una sola persona. Sí, tenía claro que ella era lo que más me importaba en esta vida, quizá fuera lo único por lo que estaba dispuesta a luchar, incluso después de perder el aliento, o de escuchar como mi corazón deja de latir. Mi corazón... Sí, era suyo, enteramente, le pertenecía. Quizá yo totalmente le pertenecía.
 Dios, ¿qué había pasado con mi orgullo, mi amor propio, mi egocentrismo...? Desde que día a día me fui enamorando de ella hasta el punto de amarla más que a todo lo que tengo, dejé de amarme a mí misma. Dejé de preocuparme por mí y empecé a vivir por y para ella.
Necesitaba respirar, y sentir que hacía las cosas para mí. En el camino, me había ido desprendiendo de cosas, hasta hacer que lo único crucial fuese ella. Dudaba que hubiera alguien en la tierra que llegase a amarla la mitad que yo.


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